¿Qué es la ansiedad social? «¡El miedo es signo de debilidad!» «¡Deja la timidez de lado!» «¡Hay que vencer el miedo de hablar en público!» «¡No seas cobarde, deja la ansiedad, no seas tímido, no tengas miedo!»… podríamos seguir enumerando frases como esas, algunas de las cuales (o todas) hemos escuchado, pensado o dicho en algún momento de nuestras vidas.
Visto así, pareciera que el problema no es tanto aquello que nos da miedo sino el miedo mismo. Pero lo que a veces olvidamos es que se trata de una emoción universal, que todos hemos sentido pero que aun así nuestro vínculo con ella es con un alto grado de desconocimiento e ineficacia.
El miedo y la fobia social
La cultura ha convertido al miedo en una emoción indigna cuando en realidad es algo que está, y ha estado allí, siempre, para beneficiarnos como especie, es decir como humanos. El miedo como emoción nos está diciendo que existe un problema, una amenaza a la que nos tenemos que enfrentar.
La diferencia aquí está en que el miedo no es el problema, sino que está indicando que existe una dificultad. Por lo tanto, el error que cometemos es convertir en problema lo que en realidad es una señal que indica que existe una dificultad y que tenemos la posibilidad de resolverla. En este caso, lo que respecta a la ansiedad social.
Muchas personas que asisten a terapia indican que sienten miedo a exponerse, a hablar en público y a participar en grupos, que se sienten impotentes, que no debería sucederles eso, que era débil, que se odian por sentirse así y que sienten vergüenza de sí mismos.
Ansiedad social: dos tipos de miedos unidos de la mano
Lo que los pacientes que indican este tipo de conflictos no saben es que tienen dos problemas: el miedo que les despierta la gente y el miedo a su “voz interior” que los castigaban y maltratan por sentir miedo. La creencia radica principalmente en que el problema es el miedo y que hay que tratar, por todos los medios, de no sentirlo.
Para entenderlo mejor podemos usar la metáfora siguiente. El miedo es como una luz roja que se enciende en el tablero de un auto que indica que hay poco combustible en el depósito. Todos sabemos que el problema no es la luz roja del tablero, sino que la luz es un dispositivo que nos ayuda para saber que hay poco combustible y que es necesario resolver ese problema. Ahora imaginemos que alguien dijera cuando se enciende la luz. «Estoy harto de esa luz, no me deja viajar tranquilo… no me dejaré amedrentar por ella…». Obviamente si hiciéramos esto nos quedaríamos en la mitad del camino por falta de combustible.
El error que cometemos es convertir en problema lo que en realidad es una señal que indica que existe una dificultad y que tenemos la posibilidad de resolverla.
Este ejemplo muestra lo que usualmente hacemos con el miedo a nivel psicológico. ¿Por qué actuamos así? Porque la cultura nos enseñó que tener miedo está mal o tal vez porque alguien cuando éramos niños nos etiquetó de cobarde.
Qué hacer para tratar la ansiedad social
Nadie nos ha enseñado tampoco qué hacer cuando aparece esa luz roja y cómo aprovecharla. Lo peor que podemos hacer es ignorar, suprimir o denigrar nuestro miedo. ¿Por qué? Porque pone en marcha un círculo vicioso que cada vez pronostica situaciones más catastróficas, pero que lo hace para ser escuchado.
Así es como el miedo crece hasta convertirse en fobia. Volviendo al ejemplo de la luz roja, si no la escuchamos y no le hacemos caso, está buscará hacerse oír y sonará con más fuerza para que le prestemos más atención.
Por eso, trata de aprender a escuchar tu miedo y a respetarlo sin imposiciones. Él te está tratando de comunicar algo y está ahí porque es tu aliado. Con la ayuda de un psicoterapeuta en Lima puedes entender qué es lo que ocurre y cómo manejarlo.
Para sentirte mejor, cambia la manera que tienes de evaluar este aspecto temeroso. No luches contra él. “El miedo no es tonto” dice el refrán. Porque está detectando una desproporción entre la magnitud de la amenaza y los recursos con que cuenta y solo se calmará cuando sea escuchado y respetado.
Aprende a quererte cómo eres. Todos tenemos cosas por mejorar y aprender, nadie es perfecto y, aunque usted tal vez no lo crea, todos hemos sentido o sentimos alguna vez miedo.
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